Somos Acompañantes

Mònica Garcia, Núria Maluquer, Javier Muñoz, Ingvild Haukeland, Lidia Portillo| Voluntarias de IAP

Barrancabermeja (Colombia)

La defensa de los Derechos Humanos y la Paz con Justicia Social se da alrededor del mundo en geografías y contextos completamente dispares, bajo condiciones diversas y cambiantes, en paisajes tropicales o gélidas tundras. Lo que tiene en común esta tarea mundial es que la llevan a cabo personas y comunidades, con distintos tipos de implicaciones, pero que integran en sus vidas la causa humana de defender la vida digna por encima de todas las cosas.

Y es en Colombia en donde principalmente la comunidad campesina, tras años de conflicto armado y abandono estatal (el dilema del huevo y la gallina), se organiza y alza la bandera incansable de la defensa de los Derechos Humanos. Resistir en primera instancia y construir en ese contexto adverso para poder permanecer y vivir dignamente en las zonas rurales tan castigadas de este exuberante país.

Pero esta tarea para la defensa de la vida digna no esta exenta de intereses contrarios. Precisamente por frondoso y rico que es el suelo colombiano emergen en él batallas por alcanzar y agotar todos los recursos, por encima de las necesidades humanas. En este afán, el campesinado queda despojado de tierra, hogar y dignidad.

En este marco aparecemos las personas voluntarias de IAP, que también defendemos los Derechos Humanos y la Paz con Justicia Social, formadas en otros escenarios, pero con la mirada internacionalista bien enfocada. La pregunta que nos guía es como contribuir en un escenario convulso de violaciones constantes de los derechos. ¿De qué nos sirve el pasaporte en la tarea de defensa de la vida?, ¿Cómo las defensoras podrían estar mas seguras en sus propias tierras al lado de un internacional?, ¿De qué les sirve a las comunidades nuestra presencia?

Todas las preguntas que nos podamos hacer se resumen en la práctica. La realidad ha sido, durante años en Colombia, que el Acompañamiento Internacional a las personas y organizaciones defensoras de los Derechos Humanos ha resultado efectivo para contribuir a la generación de espacios de seguridad y disuasión. A eso nos dedicamos, a acompañar a las que defienden la vida.

La experiencia del voluntariado es compleja y exige de un análisis constante de muchos factores, también de un cúmulo de vivencias personales que se suman a un día a día colombiano creando un sancocho[1] difícil de explicar. Cuando nos preguntan que hacemos en Colombia tenemos múltiples respuestas. Para poner nombre a los ingredientes nos propusimos una autoentrevista en donde nos vamos a contestar una por una las preguntas que nosotras mismas nos hacemos. Así nos respondemos las voluntarias de IAP:

  • ¿Qué es el acompañamiento internacional?

Mònica: Es un mecanismo de protección internacional en que una persona de otro país, generalmente europeo en el caso de IAP, acompaña físicamente a la persona que se ve amenazada o tiene coartados sus derechos en situaciones de defensa de los Derechos Humanos en el contexto de conflicto. En Colombia IAP lleva más de 10 años haciendo acompañamiento internacional y consiste a la práctica en ir físicamente, asistir, acompañar en los espacios de asamblea, talleres, formación o distintas actividades de las organizaciones. Hay que tener en cuenta todos los factores de riesgo que atraviesan en sus tareas, muchas veces por su choque con grandes intereses económicos a nivel mundial. Así, con la presencia internacional, aportar a la seguridad de las organizaciones y personas defensoras.

  • ¿Por qué elegir Colombia?

Núria: Es una pregunta a la que podríamos responder desde muchas perspectivas. En mi caso, elegí Colombia por el proyecto de IAP. Como decía Mònica, el trabajo de acompañamiento internacional es muy relevante en el contexto colombiano. Entonces, en este caso tiene mucho sentido que haya sido Colombia dada su conflictividad histórica y actual en donde cobra sentido la tarea de acompañamiento, ya que las organizaciones sociales que defienden los Derechos Humanos están en riesgo constante y es un trabajo que no puede dejar de existir porque son ellos quienes defienden la Paz y el final del conflicto.

  • ¿Qué te motiva a ser voluntaria de IAP?

Javier: Personalmente, lo que me motivó tiene que ver principalmente con la premisa de conocer más. Para una persona como yo que no había vivido en Sur América, tratar de entender la realidad en primera persona me parecía fascinante, ya que es complicado vivir en todos los países de los que a uno le gustaría conocer en detalle las singularidades. Cuando he vivido en otros lugares siempre he sentido que algunos prejuicios se desvanecían o que podía matizar mi entendimiento de ese sitio en concreto y tener una visión más realista. Así que tener la posibilidad de conocer Colombia desde un proyecto que me permite observar en primera persona la realidad del país, aportando de forma activa, dejando a un lado la visión simplista que muchos tienen desde España, compartiendo con gente que ha forjado su historia llena de humildad y dignidad como lo son las personas campesinas defensoras de los Derechos Humanos, era una oportunidad en la que me quería sumergir. Entender la cultura política de Colombia, específicamente de las regiones en donde acompañamos, los movimientos sociales o como afecta el conflicto en la cotidianeidad de las personas. era algo que me motivaba y sentía que merecía la pena aun sabiendo lo que dejaba en España.

  • ¿Qué destacas del trabajo de las organizaciones?

Ingvild: Su trabajo permanente e incansable en defensa de los Derechos Humanos y la vida, insistiendo en la necesidad de que todas las personas tengan acceso a los derechos básicos. Realizan un trabajo muy importante para responsabilizar al Estado de las violaciones de los Derechos Humanos que aún sufre, especialmente, la población rural, afro e indígena. A la vez trabajan en construir alternativas e ideas de reformas que podrían cambiar las desigualdades sistemáticas en Colombia y disminuir la brecha entre las zonas rurales y urbanas del país. Con el gobierno actual, comprometido en la implementación del Acuerdo de Paz de 2016, las organizaciones hacen un trabajo muy importante de recoger y transmitir las necesidades en distintos espacios en los que se les da voz a comunidades rurales, pescadores artesanales, campesinos que cultivan coca… para implementar los cambios necesarios para poder vivir una vida digna y permanecer en su territorio. Por último, destacar su labor organizativa a nivel local: comités de Derechos Humanos, juntas de acción comunal, normas comunitarias para protección del medio ambiente, casas de DDHH y otras estrategias de autoprotección… Es gracias a la organización que han podido permanecer a pesar de la estigmatización, violencia y persecución que han vivido por parte del Estado y otros grupos armados y también a pesar de los intereses sobre la tierra de empresas extractivistas. Durante años han protegido áreas muy importantes para la biodiversidad como la Serranía de San Lucas en la región del Magdalena Medio.

  • ¿Como se gestiona el privilegio en el trabajo de IAP?

Lilo: Primero aclarar que entiendo el privilegio como la ventaja que tiene un grupo sobre otros dado por la estructura económica y social. También entender que el acompañamiento internacional se ha estipulado como un mecanismo eficaz, pero gracias a un sistema basado en premisas racistas a nivel mundial. Entonces, la presencia internacional disuade de violaciones a los DDHH a las personas y organizaciones acompañadas y eso a una le conlleva muchos dilemas éticos y cuestionamientos a nuestra propia identidad, la perpetuación del racismo… entras en una batalla de muchas ideas que ya tenías previamente, pero aquí se suman y se ponen en juego. Es muy importante determinar dos puntos para entender como se plantea el privilegio: por un lado, IAP plantea el privilegio como algo que asumimos y entendemos como instrumento de nuestro trabajo de acompañamiento y, por otro lado, despojarnos o trabajar activamente para no utilizar este privilegio desde el principio, central en la organización, de no injerencia, aislándonos del concepto de cooperación asistencialista. Encontramos pues este planteo con dos vertientes del privilegio que creo que es muy interesante.

  • ¿Qué significa caminar las trochas[2]?

Núria: No solo es el caminar las trochas, sino también desplazarnos en el carro de línea, llegar en el bus, remontar el río (Magdalena, Cimitarra, Ité…) en la chalupa[3] o canoa, llegar a la vereda más lejana junto con las organizaciones que acompañamos. Esos recorridos por las zonas rurales, siempre de difícil acceso, significan conocer el día a día y la historia de muchas personas campesinas que habitan en las zonas rurales de distintas regiones del país, específicamente del Catatumbo y el Magdalena Medio. Estas dos regiones representan muchas de las realidades que se viven en gran parte de la ruralidad colombiana, en donde se refleja el abandono estatal histórico característico de estas zonas. Este abandono ha provocado muchas dificultades a la hora de poder acceder a la educación, la sanidad y la estabilidad económica sin las infraestructuras básicas para poder comercializar los productos del campo. Caminar las trochas también significa aprender de las historias del conflicto y de como ha atravesado a cada una de las personas en las zonas rurales. Otra constante que una se encuentra en las veredas[4] son las experiencias de autogestión que se han tenido que generar obligatoriamente para poder acceder de forma comunitaria a servicios que permitan una vida digna.

  • ¿Nos puedes contar una experiencia que haya sido significativa?

Ingvild: Es muy difícil elegir una experiencia, ya que yo lo veo como un proceso de aprendizaje continuo de un año en donde incluso cambias de perspectiva, no tanto como una sumatoria de experiencias aisladas. De igual manera, elijo un acompañamiento que hicimos a la ACVC-RAN en el marco de una investigación sobre el rol de las mujeres campesinas lideresas en temas de agroecología y defensa del territorio. En esa ocasión hicimos un recorrido por la zona montañosa del Sur de Bolívar visitando a varias lideresas en sus fincas y allá nos mostraron sus huertos, nos explicaron su historia y su rol en la organización con las personas de su comunidad y fue una oportunidad para poder escuchar y aprender de una forma más profunda de lo que lo hacemos habitualmente, ya que las charlas se daban en un contexto de entrevista mucho mas tranquilo que una reunión, por ejemplo. Lo más interesante fue que nos compartieron su visión del hecho de sembrar como un acto de resistencia y de permanencia en el territorio durante el conflicto, en donde hubo bloqueos de comida, entre otras situaciones. En ese contexto se vieron obligadas a aprender de las plantas medicinales del entorno, los bancos de semillas y todos los recursos posibles para poder subsistir de manera autosuficiente, transformando esa obligación en una experiencia de resiliencia. Por último, pudimos conocer su experiencia feminista y de trabajo de género creando vínculos no solo en su comunidad directa, sino también tejiendo una red de comités de mujeres en toda la región del Magdalena Medio para plantear los temas de género, poder y participación política.

  • ¿Qué aprendizajes te aporta el voluntariado?

Lilo: Aunque creo que el aprendizaje es algo muy personal, he intentado englobar y creo que, por un lado, hay una parte más interna que es todo el trabajo en torno a los privilegios; encontrar un equilibrio emocional, con el que me queda mucho camino, entre la identificación a nivel personal con las historias de las personas que acompañamos y la distancia que requiere el rol de acompañante; el tema del desarrollo de habilidades interpersonales como la observación, la escucha activa, el respeto, la paciencia, el trabajo en equipo… hay que entender que trabajamos desde la colectividad no solo en la organización sino en el sentido mismo profundo del trabajo que acompañamos. Es un constante reto de nuevas dinámicas y nuevas herramientas. Por otro lado, más a nivel externo aprender del trabajo de las organizaciones colombianas que acompañamos: la autogestión, su lucha diaria y trabajo 24/7 de sus vidas, esos son aprendizajes a nivel de observadora. En definitiva, es una oportunidad de formación también sobre la realidad de este país, el conflicto y las personas afectadas y, como dice Ingvild, es un proceso muy largo, que cobra sentido precisamente por esta constancia en el tiempo y que mi respuesta seguramente vaya cambiando durante este proyecto porque aún me queda mucho camino. Esta es la reflexión de mi primer mes.

  • ¿Cómo viven en Barrancabermeja?

Javier: No me quiero dejar llevar por el calor, pero voy a iniciar con eso (risas). Viene de serie con “Barranca”, lo terminas adoptando y hasta te terminas identificando… incluso cuando vas a otra ciudad y te comentan con cara de susto que como puedes vivir en Barranca con ese calor hasta te sientes un poco orgulloso de pertenecer. Siguiendo el hilo de los aprendizajes, la vida que hacemos en Barranca también es muy comunal, compartiendo desde comidas, series de la tele, polas (cervezas)… lo más importante es que en el mes que llevo aquí me he reído mucho, siento que se comparten los buenos momentos y creo que, aún más importantes, nos apoyamos cuando las cosas no van tan bien o alguien tiene un mal día… tenemos una sensibilidad especial, nos damos cuenta, estamos atentas. En resumen y de una forma más personal para mí Barranca es pasear por las calles intentando no comprar empanadas o pan de bono[5] en cada esquina, cruzar la calle sin que te atropelle una moto, echar unas canastas en una de las muchas pistas que hay en la ciudad… también escuchar vallenatos, salsas y merengues a un volumen “excesivamente” alto – digo excesivo entre comillas porque es una duda que aún tengo, quizás sea el volumen necesario, no lo sé – durante todo el día, descubrir nuevos sitios donde tomar un tinto[6], un chocolate con queso o una nueva torta. Y, sobre todo, también es convivir con los barranqueños y barranqueñas que te cuenten su vida en la cola del super, los proyectos culturales que tienen las personas más jóvenes en espacios “alternativos” en donde también pasamos bastante tiempo compartiendo.

  • ¿Qué es lo que mas te gusta del día a día colombiano?

Mònica: Creo que hay una especie de sentimiento comunitario en el hacer, que tiene varias expresiones en la cotidianidad. Lo que comentaba Javier de la música alta para mí es una de ellas, la música de la esquina termina entrando en tu casa y a nadie le parece ni mal ni bien, es un hecho. Así como el sancocho se cocina en una olla mucho más grande de lo que se requiere por las cantidades que en teoría deberían ser para los comensales que “están contados” en esa comida, o el tinto que se sirve sin parar, la aguapanela a la que se agrega agua si llega más gente de la esperada… la forma de expresar comunitaria en Colombia es muy importante y se refleja también en las luchas de las organizaciones, en la forma de canalizar todos estos años de dolor por el conflicto armado, en los comités de DDHH o en la búsqueda de las víctimas de desaparición forzada. La colectividad que se puede ver reflejada en todos los ámbitos es lo que más me gusta.

[1] El “sancocho” es una sopa elaborada con carnes, tubérculos, verduras y condimentos varios. En Colombia es un plato representativo de la cultura culinaria y se cocina en ollas muy grandes, sobre una fogata y en comunidad. Entre sus ingredientes encontramos carne de res, pollo, gallina, cerdo, pescado como el bocachico, yuca, plátano maduro y verde, papa, cebolla, panocha, ahuyama, zanahoria, cilantro, ajo, apio, fríjol, arveja… Es un plato que se cocina a diario pero especialmente en celebraciones y muy especialmente al término, al amanecer, de una buena parranda.

[2] La “trocha” es el camino angosto o difícil que sirve para ir a una parte. A veces se “abre trocha” con un machete en el bosque para ir de un lado a otro.

[3] La “chalupa” es una embarcación cubierta más bien pequeña (para unas 20 personas apretaditas) que sirve de transporte público en el río Magdalena entre otros.

[4] La “vereda” en Colombia es un tipo de subdivisión territorial rural, parte de un municipio. Vendría a ser lo que se denomina “pueblo” en España.

[5] El “pan de bono” es un pan hecho de harina de yuca con queso. ¡Siempre irresistible!

[6] El “tinto” o “tintico” es el café colombiano negro filtrado. En todos lados es una forma de dar la bienvenida ofrecerlo y siempre hay un termo disponible para repetir las veces que haga falta.